No quiero estar en esta cama acostado por el resto de la tarde, tengo ganas de que algunas manos me toquen, me acaricien el cabello, que suban mi franela, y algunos labios besen mi pecho. En cambio, estoy acostado con mi camisa bien arrugada, mi cabello despeinado, mirando el techo, y de vez en cuando me volteo y quedo boca abajo, con la cara hundida en la almohada buscando la forma de asfixiarme.
La casa está sola, como yo, solo. Me gusta hacerle compañía, no creo que a ella le guste hacerme compañía, seguimos solos, camino por cada habitación de la casa, subo y bajo las escaleras así el tiempo se aparta y me deja en paz, vuelvo a mi cama, pienso en manos que se meten bajo mi pantalón, y me acarician sobre el bóxer, es inevitable algo se pone duro, sea real o imaginario, duro como roca, palpitante y expectante, me pongo boca abajo, y espero que vuelva la calma, que el silencio que reina en la casa, me suavice los pensamientos.
Me miro al espejo, y observo lo que tengo, a mí, a mi me tengo. Me quito la camisa arrugada por mis pensamientos impuros, me miro al espejo, el cabello me cubre el rostro, adiós a los tirantes, adiós al pantalón, adiós también a las medias, al reloj, a mis piercings, adiós, me saco todo, y me miro, ese cuerpo de post-adolescente que se negó a desarrollase, sin bellos, pálido porque siempre le he tenido miedo al sol. En bóxers me observo, y mirarme me produce excitación, tengo una erección bajo mi interior.
Mojo dos dedos con mi boca, y recorro mi pecho, y toco mi pene sobre esa tela que separa a mi mano del placer inminente, estoy cansado, aburrido, solo, mirarme me gusta, muestro mi erección al espejo que me examina, que me mira con fijación, al parecer no soy tan niñito como se pudiera intuir, mi mano es insuficiente para recorrer toda su longitud, firmemente lo tomo con pasión, y con la otra mano recorro mi escroto buscando encontrar algo más detrás de mis testículos.
Lo demás ya sabrán, podré estar solo, pero no aburrido.
Omega